1918, LA CUCARACHA EN MARINES (La gripe española)

 Texto: Rafael Deltoro Escrig

A MODO DE INTRODUCCIÓN

Desde la antigüedad la transmisión oral ha sido la forma en que se pasaban las historias de una generación a otra, ya que solo unos privilegiados podían tener acceso a la escritura y la lectura. La gente de mi edad recordará todas aquellas historias que se contaban junto al fuego del hogar, y es de una de esas historias de las que quiero hoy escribir, para que mis hijos y nietos conozcan  algo de sus antepasados, y que pueda ser compartida también por todas aquellas personas interesadas. Es por ello que adapto la transmisión oral a las nuevas tecnologías y utilizo este medio. Hoy en día es más fácil conectar por alguna aplicación usando el teléfono, que tener una larga conversación cara a cara.

Hace unos año tuvimos la desgracia de sufrir una pandemia monstruosa por culpa del Corona Virus, que ha trastocado nuestra forma de vida  de forma tan considerable, a pesar de todos los medios sanitarios con que contamos en la actualidad, quizás sea conveniente echar una mirada al pasado para comprender mejor cuanto debieron padecer nuestros antepasados, que en 1918 sufrieron también una gran pandemia.

Conocida en nuestra zona como “la cucaracha”, la mal llamada gripe española azotó de de manera cruel a toda la humanidad calculándose que murieron por su causa entre 40 y 50 millones de personas, cifra que algunos llegan a elevar hasta los 70 millones.

En España el cálculo es de unos 300.000 fallecidos por esta causa.

Este virus gripal, de origen aviar, tuvo su inicio en estados Unidos, concretamente en Fort Riley, estado de Kansas, en un campo de entrenamiento de reclutas que se preparaban para tomar parte en la 1ª Guerra Mundial. 

Ellos la llevaron a Europa y de allí se extendió a todo el mundo. A España y Portugal la trajeron los trabajadores temporeros que iban a Francia a trabajar en tareas agrícolas, ya que los hombres jóvenes franceses estaban alistados en su ejército, contendiente en la Gran Guerra.

Dado que en España no existía la censura militar que había en todos los países inmersos en la guerra, la prensa española publicó noticias acerca del desarrollo de la epidemia en nuestro país, razón por la cual pasó a llamarse “gripe española” ya que parecía que solo era cosa de España,  mientras se silenciaba el avance de la epidemia en otros países.

Esta epidemia se cebó sobre todo en la zona mediterránea de España, pero el resto no quedó a salvo. Para muestra podemos ver aquí lo que se publicó en aquellas fechas en el Boletín Especial de la Provincia, de Burgos, cuyas recomendaciones parecerían vigentes con el COVID.

Imagen 1. Boletín Especial de la Provincia de Burgos del 4 de octubre d 1918

Causó más muertos que los combates propios de la guerra, ya que se calculan unos diez millones de soldados muertos, pero debido  a la aludida censura militar resulta imposible concretar el número exacto de víctimas de aquella pandemia.

Pero los hombres somos los únicos animales que tropezamos dos veces en la misma piedra, por eso estamos como estamos, a pesar de nuestros adelantos de todo tipo que pudieran haber hecho presagiar que una situación así sería impensable en este mundo moderno.

Imagen 2. Imágenes de la gripe del 18 y de la prensa de la época.

LA ENFERMEDAD EN MARINES

Como llegó la epidemia a Marines es fácil deducirlo, ya que la costumbre de ir a Francia a trabajar de temporeros estaba bastante arraigada en la localidad. De hecho allá por 1906 mi abuelo paterno Rafael y mi tío-abuelo Lamberto fueron a trabajar en la construcción y mantenimiento de las líneas ferroviarias francesas.

En las siguientes fotos de ambos podemos comprobar que fueron hechas en Francia.

Imagen 3. Rafael Deltoro Martínez en Francia. Primera década del s.XX.

Imagen 4. Trasera de la foto anterior.

Imagen 5. Lamberto Martínez en Francia. Primera década del s.XX.


Mi padre siempre contaba la anécdota de lo mucho que le extrañaba a mi abuelo la gran velocidad con  la que pasaba el tren cuando trabajaban en las vías, ya que nada más pasar le lanzaban piedras y ya no le podían dar.

Así pues, podemos imaginar que en 1918 seguía esta costumbre y que pudo ser una de las formas en que llegó “la cucaracha” a Marines y las terribles consecuencias que tuvo, ya que con una población aproximada de 900 habitantes perdieron la vida por esta causa 35 personas. Si extrapolamos los datos a la actualidad tendríamos que, con esa proporción, sería como si ahora hubiesen muerto 70 personas en el pueblo, lo cual nos da una idea de la magnitud de la tragedia en aquellos momentos.

Resulta muy interesante en estos momentos releer, o leer si no se conocía, el libro editado por el Ayuntamiento de  Marines en 1999 con el título “Hermano Vicente Coll”, en el que podemos conocer gran parte de las  vicisitudes por las que pasó nuestra localidad aquel año de 1918, así como la vida del fraile de la orden de los Camilos, Vicente Coll, que llegó a prestar abnegada ayuda a los enfermos y acabó infectándose y muriendo.

En él encontramos numerosos datos acerca de lo acontecido durante aquellos aciagos días en Marines, como que no se disponía de médico y de que, a pesar de los escritos y la visita personal realizada por el alcalde, que era también el practicante del pueblo, al Gobernador Civil, Sr. Sánchez Anido, no se pudo conseguir tener uno, contándose, eso sí, con la ayuda del médico de Olocau D. Rafael Genovés que subía al pueblo cuando le era posible, y también con los Hermanos Camilos, que hicieron cuanto les fue posible por mitigar los efectos de la epidemia en la población hasta el límite de enfermar uno de ellos, el Hermano Vicente Coll, y perder la vida en su afán de ayudar.

Pero todo este escrito tiene otra finalidad que la de narrar unos hechos sucedidos hace años, la de realizar un emocionado recuerdo de mi abuela, Carmen Martínez Aliaga, fallecida el 11 de septiembre de 1918 a causa de esta epidemia.

También estuvo afectada gravemente mi madre, que tenía entonces algo más de seis años, hasta tal punto que le lavaron y plancharon su mejor ropa para enterrarla, según me contó muchas veces mi “abuela” María. Afortunadamente, logro sobreponerse y vencer a la enfermedad.

Lamentablemente solo dispongo de una foto de mi abuela Carmen, y en ella está de espaldas sin que se le pueda ver el rostro.

Imagen 6. Carmen Martínez Aliaga en una foto de principios del s.XX, de espaldas.

En esta única foto podemos ver a mi abuela Carmen sentada, y también sentado a mi abuelo Enrique, comiendo con un grupo de trabajadores en una masía, ante la atenta mirada de una de las dueñas.
Imagen 7. Imagen anterior completa.

Mi madre siempre decía que esperaba que algún día la tecnología avanzase lo suficiente para poder darle la vuelta a la imagen y poder contemplar el rostro de su madre, a la que apenas recordaba.

Quizás hoy en día, con la inteligencia artificial y otros avances estamos mucho mas cerca de aquellos deseos de mi madre.

A falta de más fotos, aquí podemos ver un par de diplomas, premio a la aplicación escolar, de mi abuela Carmen, fechados uno en 1893 cuando contaba con siete años y en el que obtuvo la calificación de notable, y otro fechado en 1897, cuando tenía ya 11 años, y en el que obtuvo la calificación de sobresaliente.

Imagen 8. Diploma de Carmen Martínez Aliaga en de 1893.

Imagen 8. Diploma de Carmen Martínez Aliaga en de 1897.

BIBLIOGRAFIA

Taller de literatura de Marines (1999). Hermano Vicente Coll. Ayuntamiento de Marines


Comentarios

Entradas populares